Cada día vemos que la palabra padre es símbolo de liderazgo y fortaleza; esto hace
que sea de suma importancia su dedicación y profesionalismo en su vida personal
y laboral, por esto, los padres deben dar cuenta del buen
manejo del tiempo para sus hijos y su trabajo.
Más que felicitar a todos
los padres queremos resaltar su valentía porque un padre se escribe con P de presencia, P de persistencia, P de pasión y muchas P
más. Por ende, esta es una gran oportunidad para NICOMAR de resaltar las
mejores acciones de los padres que hacen parte de la empresa y dan todo de sí.
Tenemos muchos padres que
son orgullo para mostrar, por ejemplo:
Señor William Mebarak Chadid padre de Shakira que lucho para ser de su hija una cantante mundial.
Señor Pablo Montoya padre de Juan Pablo Montoya quien hipoteco su casa para impulsar la carrera de su hijo.
Señor William Mebarak Chadid padre de Shakira que lucho para ser de su hija una cantante mundial.
Señor Pablo Montoya padre de Juan Pablo Montoya quien hipoteco su casa para impulsar la carrera de su hijo.
Estos son solo dos de muchos
ejemplos que a diario se conocen, con el único fin de contribuir a la
superación y unión de una familia.
Por esta y muchas razones más
les compartimos esta reflexiva y hermosa lectura.
El
Regalo más grande del mundo.
El
día que mi María José nació, en verdad no sentí gran alegría porque la
decepción que sentía parecía ser más grande que el gran acontecimiento que
representa tener hijo. Yo quería un varón.
A
los dos días de haber nacido, fui a buscar a mis dos mujeres, una lucía pálida
y la otra radiante y dormilona. En pocos meses me dejé cautivar por la sonrisa
de María José y por el negro de su mirada fija y penetrante, fue entonces
cuando empecé a amarla con locura, su carita, su sonrisa y su mirada no se
apartaban ni un instante de mi pensamiento. Todo se lo quería comprar, la miraba
en cada niño o niña, hacía planes, todo sería para mi María José.”
Este
relato era contado a menudo por Enrique, el padre de María José. Yo también
sentía gran afecto por la niña que era la razón más grande para vivir de
Enrique, según decía él mismo. Una tarde estaba mi familia y la de Enrique
haciendo un picnic a la orilla de una laguna cerca de casa y la niña entabló
una conversación con su papá, un diálogo que todos escuchamos…
-Papi,
cuando cumpla quince años… ¿Cuál será mi regalo?.
-Pero mi amor si apenas tienes diez añitos… ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?.
-Bueno papi, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.
-Pero mi amor si apenas tienes diez añitos… ¿No te parece que falta mucho para esa fecha?.
-Bueno papi, tú siempre dices que el tiempo pasa volando, aunque yo nunca lo he visto por aquí.
La
conversación se extendía y todos participamos de ella. Al caer el sol
regresamos a nuestras casas.
Una
mañana me encontré con Enrique enfrente del colegio donde estudiaba su hija
quien ya tenía catorce años. El hombre se veía muy contento y la sonrisa no se
apartaba de su rostro. Con gran orgullo me mostró el registro de calificaciones
de María José, eran notas impresionantes, ninguna bajaba de nueve puntos y los
estímulos que les habían escrito sus profesores eran realmente conmovedores,
felicité al dichoso padre y le invité a un café.
María
José ocupaba todo el espacio en casa, en la mente y en el corazón de su
familia, especialmente en el corazón de su padre. Todo ocurrió un domingo, muy
temprano, cuando nos dirigíamos a misa… En ese momento María José tropezó con
algo, o eso creímos todos, y ella dio un traspié. Sin embargo, en ese momento
no cayó pues su padre la tomó de inmediato, evitando que se lastimara. De
cualquier forma, ya instalados en el auto, vimos como María José se tumbó
lentamente sobre el banco y casi perdió el conocimiento. Inmediatamente,
buscando un taxi, la llevamos al hospital.
Allí
permaneció por diez días y fue entonces cuando le informaron que su hija
padecía de una grave enfermedad que afectaba seriamente su corazón, pero no era
algo definitivo, que debían practicársele otras pruebas para llegar a un
diagnóstico firme.
Los
días iban transcurriendo, Enrique renunció a su trabajo para dedicarse al
cuidado de María José, su madre quería hacerlo pero decidieron que ella
trabajaría, pues sus ingresos eran superiores a los de él. Una mañana Enrique
se encontraba al lado de su hija cuando ella le preguntó:
–
¿Voy a morir, no es cierto?. Te lo dijeron los médicos.
– No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado en el mundo- respondió el padre.
– No mi amor, no vas a morir, Dios que es tan grande, no permitiría que pierda lo que más he amado en el mundo- respondió el padre.
–
¿Van a algún lugar?. ¿Pueden ver desde lo alto a las personas queridas?. ¿Sabes
si pueden volver?.
–
Bueno hija, respondió, en verdad nadie ha regresado de allá a contar algo sobre
eso, pero si yo muriera, no te dejaría sola. Estando en el mas allá buscaría la
manera de comunicarme contigo, en última instancia utilizaría el viento para
venir a verte.
– ¿Al viento?- replicó María José. – ¿Y cómo lo harías?.
– No tengo la menor idea hija, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.
– ¿Al viento?- replicó María José. – ¿Y cómo lo harías?.
– No tengo la menor idea hija, solo sé que si algún día muero, sentirás que estoy contigo cuando un suave viento roce tu cara y una brisa fresca bese tus mejillas.
Ese
mismo día por la tarde, llamaron a Enrique, el asunto era grave, su hija estaba
muriendo, necesitaban un corazón pues el de ella no resistiría sino unos quince
o veinte días más. ¡Un corazón!. ¿Dónde hallaría un corazón? ¡Un corazón!
¿Dónde? ¿¿DONDE??
Ese
mismo mes, María José cumpliría sus quince años. Fue el viernes por la tarde
cuando consiguieron un donante, las cosas iban a cambiar. El domingo por la
tarde, ya María José estuvo operada y todo salió como los médicos lo habían
planeado. ¡Éxito total!.
Sin
embargo, Enrique no había vuelto por el hospital y María José lo comenzó a
extrañar. Su mamá tuvo que explicarle que ya que todo estaba bien, a partir de
ese momento su papá era quien trabajaría para sostener la familia. María José
permaneció en el hospital por quince días más, los médicos no habían querido
dejarla ir hasta que su corazón estuviera firme y fuerte y así lo hicieron. Al
llegar a casa todos se sentaron en un enorme sofá y su mamá con los ojos llenos
de lágrimas le entregó una carta de su padre.
María
José, mi gran amor:
“Al momento de leer mi carta, debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no poder estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir sentí que yo también moriría contigo, y me preguntaba ¿qué podía hacer?… después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mi, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti era darle respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez años y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho. Te regalo mi vida entera, sin condición alguna para que hagas con ella lo que creas que es mejor, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo que en el mundo lo más importante es que quieras vivir, ¡Vive hija! Porque te amo!!!!…
“Al momento de leer mi carta, debes tener quince años y un corazón fuerte latiendo en tu pecho, esa fue la promesa de los médicos que te operaron. No puedes imaginarte ni remotamente cuanto lamento no poder estar a tu lado en este instante. Cuando supe que ibas a morir sentí que yo también moriría contigo, y me preguntaba ¿qué podía hacer?… después de tanto pensar y sentir mil cosas dentro de mi, decidí finalmente que la mejor manera de hacer algo por ti era darle respuesta a una pregunta que me hiciste cuando tenías diez años y a la cual no respondí. Decidí hacerte el regalo más hermoso que nadie jamás ha hecho. Te regalo mi vida entera, sin condición alguna para que hagas con ella lo que creas que es mejor, sintiendo muchas cosas bellas y sabiendo que en el mundo lo más importante es que quieras vivir, ¡Vive hija! Porque te amo!!!!…
También
quiero que sepas que hoy, mañana y siempre estaré a tu lado, siempre. Te Amo y
siempre Te Amaré, porque eres lo más grande y hermoso que Dios me ha dado…
siempre estaré contigo, siempre TE AMARÉ…”
María
José lloró todo el día y toda la noche. Al día siguiente, fue al cementerio y
se sentó sobre la tumba de su papá, lloró como nadie lo ha hecho y susurró:
-Papi
ahora puedo comprender cuanto me amabas, yo también te amo aunque nunca te lo
dije. Por eso también comprendo la importancia de decir “TE AMO”. Y te pido
perdón por haber guardado silencio… en ese instante las copas de los árboles se
movieron suavemente y cayeron algunas flores.
Sintió
María José que un suave viento rozó su cara y una brisa fresca besó sus
mejillas. Alzó la mirada al cielo sintiendo una paz inmensa y dio gracias a
Dios por eso. Se levantó y caminó a casa con la alegría de saber que lleva en
su corazón “el amor más grande del mundo”
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